martes, 23 de febrero de 2010

8.- Ecolocación: radar y sonar biológicos




Murciélagos y cetáceos "ven" por ultrasonidos

Podemos definir la ecolocación, como la emisión de ultrasoni­dos durante el vuelo o la navegación para locali­zar por medio del eco losobstáculos y las presas.

El mecanismo auditivo, altamente adaptado y refinado de los mamífe­ros y en las aves, ha permitido la evolu­ción de formas verdaderamente no­tables de orientación acústica, en los que el animal utiliza el retorno de los ecos de los pulsos de sonido de alta frecuencia (gritos) para detectar la dirección, distancia, tamaño y tex­tura de los objetivos a su alrededor. Este uso de las señales auditivas, se­mejante a un sonar, está muy desa­rrollado en dos grupos de mamífe­ros (los murciélagos y los cetáceos). Los murciélagos tienen la curiosa ha­bilidad para evitar los obstáculos en el aire y no hay prácticamente dife­rencia en la habilidad de caza con murciélagos ciegos, ya que, para desorientar un murciélago, es igual de efectivo taparle los oídos o tapar­le la boca, pues los murciélagos emiten gritos ultrasónicos para pro­ducir ecos con los que ven en la obscuridad. Algunos murciélagos de Trinidad son capaces de localizar y capturar bajo el agua presas, detectando las ondas producidas por el pez al nadar justo por debajo de la superficie del agua. Un murciélago captura al insecto mediante una orientación acústica en tres fases: en la fase de exploración emite en vue­los rectos unos 12 pulsos o gritos, en la fase de detección, los pulsos se producen a intervalos más cortos, dándose gritos de hasta 100 por segundo, y en la fase de zumbido se presentan intervalos a menos de 10 milisegundos, atrapando al insecto con sus alas o con la membrana de sus extremidades posteriores. El murciélago no percibe su grito pero sí su reflexión, siendo el aparato au­ditivo ultrasensible al eco.

Fotografía perteneciente al contenedor de imagenes de Google.
Código: spanish_echo_batsubdolphin.jpg
Sonidos inaudibles
Los sonidos producidos son de al­ta energía, alcanzando intensidades que sobrepasan las 200 dínas/centí­metro cuadrado aproximadamente unos 120 dB en el nivel de presión de sonido, pero inaudible para el hombre). Un ejemplo análogo a la presión de semejante ruido sería para nosotros el paso de un avión a reacción, despegando a 100 metros por encima de nuestras cabezas, y 20 veces más intenso que el sonido de un martillo neumático, a unos tres metros de distancia.
Por su parte, las ballenas de Groenlandia presentan una buena visión, pero las condiciones ambientales hacen de este sentido inútil. Las temperaturas externas no supe­ran el límite de -1 grado centígrado, de modo que la superficie del mar diseña una amalgama de hielo en continuo mo­vimiento que sirve de espejo a las radiaciones de un sol que nunca asciende más allá del horizonte helado. Con todo, la columna de agua es intensamente oscura, formando un accidentado terreno que en más de una ocasión ha atrapado a ballenas en su desplazamiento, por ello emi­ten sonidos que recogerán distorsio­nados después de haber sido refleja­dos por las placas de hielo, y es el análisis de esta distorsión el que les indica su posición y estructura.
Orientación en el hielo
En cualquier caso, la ecolocalización produce un gran beneficio al grupo en su vida entre el hielo; por ejemplo, en una ocasión se observó un grupo de un centenar de ballenas rastreando una zona de 90 kilóme­tros cuadrados. Un primer grupo es­quivó un témpano de hielo que se encontraba a un kilómetro de distan­cia, y un segundo grupo consiguió desviarse de la trayectoria del hielo. sin producir ningún tipo de sonido, es decir, habían escuchado las voces de sus compañeras, o bien, los ecos de éstas procedentes del témpano.
Los cachalotes se caracterizan por la emisión de chasquidos muy intensos que recuerdan el golpeteo de los cascos de un caballo galopando. Cuando buscan presas la emisión de los clicks es continua (un auténtico sonar), pues pueden recorrer largas distancias y viajar hasta 4.000 metros (400 atmósferas de presión) en bus­ca de su presa más preciada, el cala­mar gigante. Las orcas, por su parte, confían fuertemente en el sonido pa­ra la navegación, a pesar de que su vista es bastante buena, pero inútil a partir de 300 metros.

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