Por el parto
todos hemos pasado, pero no hay consciencia de ello, pues de estar en un sitio
cómodo, caliente y húmedo, a enfrentarnos con un mundo hostil, que nos va a dar
de bofetadas, el cambio es radical.
Realmente, todos lo hemos vivido,
pero no hay consciencia de ello, pues de estar en un sitio cómodo, caliente y
húmedo, asistido por la circulación sanguínea de la madre a través de la
placenta, a enfrentarnos con este mundo hostil, que nos va a dar de bofetadas,
el cambio es radical. Sólo el respirar ya es un prodigio, teniendo en cuenta
que hasta el nacimiento ha venido por la sangre de la madre, que no es la
sangre del feto, a partir del nacimiento sí que dependerá de su sangre y ya no
del de la madre. Lo mismo ocurre con la alimentación, con la excreción, es
decir con todo, incluso con la regulación de la temperatura que hasta ese
momento no tenía que preocuparse. El cambio es por tanto radical y, muchas
veces, peligroso para este y para su madre.
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Cuando se corta el cordón umbilical,
que no debería ser lo primero que se hace, y que se lleva a cabo para separar
madre e hijo, rápidamente, para poder atender a ambos por separado y, posteriormente se le da una palmaditas en el pompis para que empiece a respirar
por sí solo. Esto en la naturaleza no se presenta, pues los animales no se
comportan de este modo, no cortan el cordón, pues mientras la placenta no esté
desprendida de la superficie endometrial, es decir de la matriz, la circulación
del feto, que está condicionada por la propia circulación del mismo, está
bombeando sangre desde la placenta que se está oxigenando, cargándose de
alimentos y desprendiéndose de los residuos metabólicos del feto, es decir, que
está funcionando igual que muchos meses antes. Por este motivo, el cordón
umbilical no es necesario cortarlo, se puede esperar a que el crío respire de
una manera normal, durante este proceso inicial de respiración del pequeño ya
nacido, recibe una carga adicional de sangre de la placenta, una sangre
perfecta que nunca tendremos ya, es una especie de transfusión de una sangre maravillosa y buenísima, la mejor que existe.
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La pregunta que nos podemos hacer ahora es porqué, es tan poca cosa nuestros
bebes cuando nacen, en comparación con un bebe chimpancé que es tan vivaracho,
activo, el cual inmediatamente se agarra del pelo de la madre, esta muchísimo más
espabilado. Para llegar al estado del chimpancé recién nacido, el crío deberá
tener un año de vida. La explicación es que el hombre tiene su evolución
llevada al máximo de lo que ha conseguido la naturaleza en la actualidad y, el
desarrollo del encéfalo, que es lo que más nos distingue del resto de los
animales, hace que el hombre tenga una cabeza relativamente grande. Una vez
pasa por el canal del parto de la madre, y una de dos, o el feto no puede salir
al tener la cabeza muy grande, o el camino es demasiado estrecho, la solución
es que ese desarrollo no esté completo, se completara este después
del parto. La cabecita del bebe, es relativamente pequeña en comparación con el
adulto, es decir, el niño crece poco a poco. Nuestro bebe cuando nace está
relativamente atrasado, y durante los nueve meses de embarazo por parte de la
madre, han servido para ponerle en condiciones de seguir luego funcionando, más
adelante. La diferencia es que a los 14, 18, 25 años, estos animales son unos
viejos decrépitos y un hombre, está en esos momentos en plenitud. Todo está
equilibrado para que la vida del hombre sea así de evolucionada, mucho más
larga y mucho más eficaz.
Estos libros que pongo aquí, son muy interesantes, tanto en su lectura como en su contenido. La escritora presenta un texto ameno, entretenido y de perfecta escritura, en definitiva grandes libros que no tienen nada que envidiar a los publicados por grandes editoriales. Disponibles en ebook y en tapa blanda.
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