Los
animales también juegan. Mamíferos, aves y algún reptil, practican de forma
regular el juego. En los humanos, el juego es placentero de por si, hace
desarrollar un equilibrio de tipo mental y motor en los niños.
Los animales también juegan, entre ellos
o con el ser humano. El concepto de juego es distinto cuando juegan entre ellos
que, cuando tu estás jugando con el animal. El juego en los animales, es
esencial para la supervivencia del individuo en el ambiente que le rodea, pues
el juego que ha realizado, o ha aprendido desde que era pequeño, le servirá
para conocer el propio medio donde se va a desarrollar el animal. El animal
establecerá una serie de movimientos, una serie de acciones motoras que
establecerán un área y un hábitat. Los padres, mediante el juego enseñan el
medio que rodea al infante y , a partir de esos conocimientos adquiridos
mediante el juego, van conociendo el mundo que les rodea. Un ejemplo de juego
organizado, es el que practican los monos, cogiendo elementos del suelo y tirarlas
de nuevo, utilizan algunos palitos y piedras, los cuales podrían ser similares
a los juguetes de nuestros niños.
No solo juegan los
mamíferos, hay otras especies que también juegan, algunas especies de aves
también juegan, como córvidos y golondrinas. Estas últimas vuelan a ras de
suelo, siguiendo la estela de los coches, juego muy similar al que haces los
delfines, al nadar delante de la proa de los barcos. Estos juegos, no tienen
ningún fin inmediato. En reptiles, se ha apreciado el juego en el dragón de
cómodo. Resulta evidente,
por tanto, que sólo juegan verdaderamente aquellos animales que aprenden, aquellos animales que
buscan nuevas situaciones por propia iniciativa, que son curiosos y ensayan nuevos
comportamientos para aprender con ello. Podemos considerar el juego como sólo
una actividad corriente presente entre los mamíferos, e incluso dentro de este
grupo la conducta de juego más compleja queda reservada a los carnívoros y a
los primates, dedicando durante su juventud gran parte de su tiempo a estas
actividades.
Imagen procedente del contenedor de Google: Código: animals_51270.jpg |
De forma general,
podemos establecer una relación entre el tiempo de juego diario y la edad del
niño. De cero a dos años, el 60% del tiempo del niño, lo dedican al juego, de
dos a nueve años, este tiempo aumenta hasta alcanzar la totalidad del mismo, un
100%. En un estado juvenil, sería un 70%, un estado adolescente se dedica al
juego entre un 15 y un 20%, dependiendo de si se es chico o chica, siendo esta
última la que consume más tiempo de juego. En la etapa adulta, no pasaría de un
5% en el hombre, si la mujer no tiene hijos, el juego prácticamente es nulo,
pero si esa misma mujer, tiene hijos recientes, el juego pasa a valores próximos
a cuando era adolescente un 25%, planteando la madres retos, no muy excesivos,
pero que tienen que existir para que ese juego cumpla un papel, eso lo puede
hacer un adulto mucho mejor que otro niño. En los humanos, el juego es
placentero de por si, hace desarrollar un equilibrio de tipo mental y motor en
los niños, que le servirá en las épocas juvenil y adulta, produciendo una
relación entre los componentes del juego, de su propia edad y sexo.
La mayoría de los
mamíferos, durante su etapa infantil o juvenil son extraordinariamente
curiosos, buscan activamente situaciones nuevas y las exploran como consecuencia
de un impulso denominado eco interior. Este eco interior es más acusado en los
grandes mamíferos que en los roedores y dentro de estos, el puerco espín es más
curioso que el ratón de campo, mientras que las ardillas se encuentran a mitad
de camino. La conducta exploratoria permite al animal encontrar su camino de
regreso hasta el lugar donde vive. Pero todo este proceso no es sencillo, lleva
consigo cambios importantes en el sistema nervioso central, pues en el cerebro
del animal debe haber una representación de los rasgos principales, por lo
menos del área explorada por el animal; si esto se realiza en los comienzos de
la vida,, es decir en sus etapas infantil y juvenil, en los mamíferos al menos,
contribuye en gran medida al desarrollo de la inteligencia, significando aquí
la capacidad de adaptar la conducta a las circunstancias. Durante las sesiones
de juego, el joven animal investiga los límites de sus capacidades musculares,
comprueba lo lejos que puede llegar y averigua sus debilidades. En el juego
social, el animal entabla interacciones exageradas con los compañeros de juego,
persigue, lucha, se aparea, los caza y simula que los mata, todo ello de forma
imaginaria, pues la lucha no produce ningún tipo de daño al contrario, el
apareamiento no es un auténtico acto sexual y la caza es un simulacro.
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