miércoles, 17 de febrero de 2010

5.- Centinelas



La gran reducción en nuestra época de las coberturas vegetales naturales amenaza la existencia misma de numerosas especies,como nuestros centinelas

Las cabras, cuya presencia en la Prehistoria está atestiguada por sus múltiples representaciones en las pinturas rupestres de los abrigos de la vertiente mediterránea, siendo abundantes a mediados del siglo pasado, pasaron por momentos de gran peligro a principios de este siglo. Se llegó a pensar que se habían extinguido de los montes de Valencia y Castellón por la incesante persecución de que eran objeto y sólo la guerra civil permitió que su número se recuperara.
Siguieron acosadas hasta que en 1952 en Castellón y en 1963 en Valencia se veda completamente su caza. No es, sin embargo, hasta que se crean las Reservas Nacionales de Caza de Tortosa y Beceite en 1966 y la de Muela de Cortes en 1973, que se garantiza el futuro de nuestras cabras. La desaparición o la gran reducción en nuestra época de las coberturas vegetales naturales amenaza la existencia misma de numerosas especies, principalmente en las zonas templadas, donde la fuerza en cultivo o en los pastos se han desarrollado en gran escala. Esta amenaza repercute automáticamente en los grandes carnívoros, para quienes los bóvidos son indispensables.
Esta subfamilia comprende 15 especies en 11 géneros. Las aproximadamente 120 razas geográficas que forman esta subfamilia ofrecen aún numerosas dificultades a los sistemáticos. En su conjunto, todos estos animales se aproximan más o menos al tipo de CABRA o de CARNERO. Cornamenta en ambos sexos, generalmente mucho más pequeños en las hembras.



La cabra montés que pesa desde 35 a 150 Kg. es lo que se llama una raza geográfica. La cabra montés de los Pirineos pertenece a la misma especie que el íbice de los Alpes, de la que constituye una población geográficamente aislada desde hace mucho tiempo. Su cuerpo es robusto, con patas relativamente cortas terminadas en pezuñas perfectamente adaptadas al desplazamiento entre los riscos; combinan un borde exterior muy duro que se afila hacia la punta y que les permite trepar aprovechando un mínimo apoyo con las almohadillas internas rugosas que se acoplan al substrato evitando deslizamientos.
La característica anatómica que más llama la atención en la cabra montés es la impresionante cuerna, típicamente en forma de lira, que lucen los machos. Aparece en los primeros meses de vida y se desarrolla rápidamente hasta los 8-10 años, formando nudos anualmente por los que se puede estimar la edad aproximada de los individuos.
A pesar de que se las asocia de inmediato con el paisaje abrupto, la cabra montés, en condiciones naturales, no se limita a frecuentar cintos y quebradas, para los que está perfectamente adaptada, ya que se la puede encontrar también en bosques y zonas de orografía más suave. Es en gran parte la persecución de la que ha sido objeto, la que le ha relegado a las cimas de las sierras, donde la presencia de la nieve y la escasez de comida pueden someterlas de forma temporal a duras condiciones ambientales.
Las cabras montesas se desplazan a las partes altas de los montes durante la primavera y el verano, adquiriendo costumbres crepusculares, paciendo y ramoneando hasta bien entrada la noche. Gusta de disfrutar de los primeros rayos de sol pero, durante las horas centrales del día, descansa en cuevas y lugares abrigados. Cuando llega el invierno huyen de las cumbres para bajar buscando temperaturas más benignas, haciéndose más diurnas ahora.
Las cabras viven en grupos, separados por un lado los machos adultos y por otro las hembras con los juveniles. Solo en la época del celo, en el mes de noviembre, empiezan a verse grupos mixtos. Durante esta época, los machos se tornan más agresivos, peleándose entre ellos y propinándose tremendos topetones, para establecer una jerarquíaa de fuera que será la que decida quien de ellos se apoderará de todo el harén.
Las cabras salvajes, prescinden del empleo de sus poderosísimos cuernos y aunque los emplean en sus luchas de eliminación de competidores, nunca los emplearán con la intención de matar. La función de los cuernos en estas luchas contra otros machos se circunscribe a trabar entre sí las cabezas de estos rumiantes. A lo largo de su evolución, se han originado esquemas de comportamiento de otro tipo, como movimientos simulados o incluso simples exhibiciones de excitación. En la vida común de la especie adquieren un carácter social de disparadores de conducta y sirven para lograr un entendimiento efectivo entre los individuos mediante un consumo mínimo de energía. La ritualización de la conducta agresiva evita la muerte y el desgaste del rival y sólo exige una energía limitada.
Las hembras cubiertas parirán de mayo a junio, normalmente una cría, pero también dos con relativa frecuencia. Durante sus primeros meses de vida, los cabritos están expuestos a los predadores (zorros y águilas reales en el caso de las poblaciones valencianas), pero se desarrolla rápidamente y, ya con un año, las hembras pueden quedar cubiertas, mientras que los jóvenes maduran sexualmente a los dos años, edad con la que abandonan el rebaño de las hembras para unirse al de los machos.

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