martes, 23 de febrero de 2010

10.- Hibernación: sueño de vida y de muerte



Hoy nos dedicaremos a observar el sueño invernal o estival de los animales, y veremos el aprovechamiento que el hombre ha sacado de su estudio para su propio beneficio y avanza hacia la crionización



Hagamos girar hacia atrás las manecillas del reloj hasta la época en que los reptiles dominaban la Tierra y, antes por lo tanto, de que las aves y los mamíferos apareciesen en esce­na, todas las formas de vida animal que existían por aquel entonces eran, como vulgarmente se dice, de sangre fría, Esto significa que su temperatura corporal era variable: aumentaba con el calor del día y descendía con el frío de la noche (como los actuales). Como conse­cuencia, al caer la noche sus movi­mientos se volvían más torpes y ex­perimentaban un período de inmovi­lidad durante esta fase del período de veinticuatro horas. Pero para que un grupo de animales pudiera desa­fiar la supremacía de los reptiles, era preciso que se quebrara esta pauta térmica, Los mamíferos y las aves lo hicieron, pues los primeros mamíferos eran todos pequeñas y escurridizas criaturas nocturnas, y su secreto era que habían conseguido mantener una temperatura corporal constante y relativamente elevada, siendo este motivo el que les impedía caer por la noche en el torpor de los reptiles. Los mamíferos diurnos han evolucio­nado más recientemente, rellenando los vacíos que dejaron los reptiles gigantes cuando desaparecieron mis­teriosamente de escena.

Fotografía perteneciente al contenedor de imagenes de Google.
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Animación suspendida
Para algunos mamíferos, el sueño corriente no es suficiente y son ca­paces de evitar situaciones ambienta­les tensas de varias formas, pues pueden emigrar del medio ambiente 1I adverso (es decir, marcharse del lu­gar) como las lechuzas, caribús y pa­tos; pueden adaptarse al medio am­biente adverso y continuar así su existencia activa como es el caso de la liebre, la musaraña y la zorra, o bien pueden entrar en un período de sueño profundo disminuyendo tanto su temperatura como su meta­bolismo. Esto es hibernación.
Los habitantes de las regiones frías, donde escasea el alimento du­rante los rigurosos inviernos, necesi­tan un proceso inmovilizador toda­vía más profundo, para inhibir una actividad que, fácilmente, podría ser fatal para ellos; la hibernación les proporciona ese factor inmovilizador, donde los procesos metabólicos se enlentecen hasta un punto en que el animal queda virtualmente en un estado de animación suspendida. Volveremos a este término cuando el hombre intenta ver más allá de su tiempo. Por su parte, el término hi­Ibernación es utilizado vagamente para designar cualquier estado de letargo, Así, se dice que los peces en estado inactivo de ríos, lagos o char­cas congeladas hibernan, al igual que ranas, insectos, serpientes, tortugas, etcétera, Hablando con propie­dad, el término hibernación sólo es utilizable para animales de sangre caliente: mamíferos y aves.
Teniendo presente que ya hemos hablado de los animales. de sangre fría (poiquilotermos) y de sangre ca­liente (homeotermos), el hibernador representa a otro grupo que llamare­mos heterotermos (en el período de actividad, se comporta como un ani­mal de sangre caliente y, durante la hibernación, como uno de sangre fria), y los mejores representantes los tenemos en las ardillas de tierra y en las marmotas, El animal hiber­nante, a medida que desciende su temperatura corporal, que está rela­cionada con el descenso de la tem­peratura ambiental, pasa por varias etapas: un estado de vigilia con el animal activo a 37 grados centígrados, una temperatura de transición e hibernación superficial hasta los 22 grados centígrados, siguiéndole una somnolencia hasta los 8 grados centígrados, y un sueño de invierno o hibernación con valores que pueden llegar muy cerca de los O grados centígrados; esta disminución térmi­ca implica que el gasto de energía puede disminuir hasta en 70 veces su valor, si éste permaneciese des­pierto y activo. Los mamíferos más grandes, como los osos, no pueden llegar a estos extremos, pero son ca­paces de reducir su ritmo metabóli­co en un 50 %. Este ejemplo del oso, que es el típico ejemplo característico para ilustrar, hasta en los dibujos animados al hibernador, no lo es y ni por casualidad se acerca a serlo, pues sólo disminuye su tem­peratura 4 grados centígrados (desde 38 grados centígrados hasta 34 gra­dos centígrados) y jamás se aproxi­ma a la temperatura ambiente, como sí ocurre a las ardillas en invierno. Las hembras de oso, además, dan a luz cachorros durante la época in­vernal, éstas maman de la madre y el calor de ésta las mantiene calien­tes hasta salir de la cueva en prima­vera.
Los animales que hibernan (hamsters, ardillas, muchos ratones, li­rones, marmotas, erizos, murciélagos, etc.) almacenan gran cantidad de grasa corporal durante los meses que preceden a la hibernación, utili­zándola durante el período tenso e interrumpiéndose la hibernación periódicamente para evacuar orina y heces e ingerir nuevos alimentos que tienen almacenados. Por otro la do, el animal en estivación se le ha prestado menos atención, pues es difícil de detectar, ya que la tempe­ratura corpora1 de estos animales ciertamente se aproxima a la ambiental, pero ésta en verano es muy alta y por ello la temperatura del animal estivante puede estar sólo ligeramente por debajo de los valo­res del individuo que no estiva.

El problema en el ser humano, visto el proceso de la hibernación natural, radica en que las células del animal hibernante no sufren modifi­cación a partir de los 23 grados cen­tígrados hacia abajo y en los no hi­bernantes se presenta a partir de es­ta temperatura una profunda modifi­cación en las membranas de sus cé­lulas. Es decir, que en los mamíferos no hibernantes, por debajo de los 23 grados centígrados sus células se hielan y en los hibernantes no.

Antabalone
Durante mucho tiempo, los científicos han tratado de demostrar la existencia de una hormona o de cualquier otra sustancia que fuera responsable del estado letárgico; esta hormona no ha sido descubierta aún, pero ya se han descubierto in­ductores potenciales extraídos del cerebro de diferentes animales, una sustancia que se ha denominado an­tabalone, contracción de antimeta­bolic hormone, cuya inyección pro­voca, en las ratas de laboratorio, una disminución de la temperatura corporal de 5-6 grados centígrados. Esta sustancia, teóricamente, inhibe los centros del cerebro implicados en el control de la termogénesis, lo cual entraña una disminución del metabolismo y de la temperatura corpo­ral; esto puede ser, sin duda, una primera etapa hacia la hibernación artificial real. Es probable que esta antabalone sea semejante a otra sustancia llamada inductora, cuyos estu­dios parecen demostrar que, en los mamíferos hibernantes, esta sustan­cia desencadena el conjunto de reac­ciones que llevan a la hibernación, siendo esta sustancia aislada de la sangre de la ardilla de trece líneas y de la marmota.

Viajes a través del tiempo
Este factor hipotético podrá ser completamente aislado y modificado y, por lo tanto, podría pensarse en la posibilidad de provocar la hiberna­ción en otros mamíferos e incluso en el hombre. Se podrían entonces rea­lizar determinadas operaciones qui­rúrgicas como la extirpación de tu­mores cerebrales, hoy por hoy im­pensables en muchos casos. Más aún, los sueños de suspensión mo­mentánea de la vida o de viajes a través del tiempo siempre han cauti­vado la imaginación de algunos científicos; para ellos, la hibernación podría aparecer como medio para hacerlos realidad.
Los investigadores piensan que, mediante la crionización o también llamada criocongelación o hiberna­ción artificial podrán, dentro de algunos siglos, reproducir las células y hacer nuevos cuerpos, y la cabeza se podrá trasplantar por completo a un cuerpo ideal. Las soluciones in­yectadas a los cuerpos humanos hi­bernados no deben producir modifi­caciones fisiológicas notorias. Psico­lógicamente hablando, la mayoría de las personas que desean ser crioni­zadas no creen en la vida después de la muerte y, hoy mismo, forman sociedades de criocongelación. Las técnicas actuales, muy sofisticadas, permiten la crionización de todo el cuerpo (hibernación total) o de sólo la cabeza (neurosuspensión), pues el resto del cuerpo se podrá, en su día, reconstruir gracias a la clonación de las células.
Hoy en día, ya hay varias personas que han dado el paso pero, de lograrse, muy probablemente las relaciones humanas serán muy difíciles y, aunque los desperfectos de la hi­bernación puedan repararse, los psicólogos no; ¿eran felices? ¿serán feli­ces? Lo que sí es cierto es que hoy en día por el precio de un paquete de cigarrillos (pongamos unas 3 € al día), se tiene la operación pagada (con un coste de cerca de 500.000 dólares USA) y la crioniza­ción asegurada a 190 grados centí­grados bajo cero.

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